lunes, 28 de julio de 2014

A trabajar





My fellow Americans, ask not what your country can do for you, ask what you can do for your country.
Jhon F Kenedy 


Tenemos al país metido entre ceja y ceja y no no los podemos quitar de encima, hagamos lo que hagamos , vayamos a donde vayamos , el país es un tema recurrente que no nos abandona. De lo que podemos estar seguros es que queremos un cambio , al menos quienes no formamos parte de ese pequeño grupo hediondo de enchufados que vive de la estafa  continua a todos los venezolanos. No creo que la obsesión del tema país sea un síntoma único de quienes viven en Venezuela , soy de los que piensa que quienes se van del país hubiesen preferido quedarse en un país más seguro y con más oportunidades que pasar a ser otro extranjero más en el exterior. Es muy probable que usted estimado lector se haga la misma pregunta que yo todas las mañanas. ¿Cambiará Venezuela?

Una de las posibles respuestas a tan compleja pregunta la podemos encontrar en el ADN del venezolano. La historiadora Ana Teresa Torres afirma que por diferentes causas históricas , entre ellas la mitificación de los héroes de la independencia, nosotros tendemos a creer que las soluciones a nuestros problemas llegaran a través de algún ser con poderes especiales quien , emulando a nuestro gran libertador, ejecutará todas las acciones necesarias para transformar al país. En el imaginario del venezolano no esta muy clara la idea de que nosotros formamos parte de la solución a nuestros problemas.

Y es cierto, los lideres son fundamentales para los procesos de cambio, para bien o para mal , que hubiese sido de Sudáfrica  por ejemplo sin  un Nelson Mandela , pero el problema no está en tratar de responder místicamente a la pregunta de si Venezuela se convertirá en el país que queremos o no sino en plantearnos más bien que podemos hacer nosotros , cada uno, no solo en lo político  también en lo social, para alcanzar el país que queremos.   

@PedroManceraS

sábado, 19 de julio de 2014

¿Y será que Pinochet mando a hacer un plebiscito para perderlo?

En el cine no solo cuentan los diálogos, más que contar una historia - para eso están los libros- el cine busca reproducir una realidad. Cuando esa realidad logra hipnotizarnos es imposible que ciertas imágenes y conversaciones no se queden grabadas en la memoria por mucho tiempo sin que uno  sea capaz de controlarlo.

                La película chilena NO de Pablo Larraín cuenta la manera como terminó la dictadura de Augusto Pinochet  a finales de los años 80. NO, mas allá de contar el final de una dictadura, reproduce los momentos de una lucha que se creía perdida desde mucho antes de ser empezada.  Basada en la historia contemporánea de Chile, es la historia de una campaña publicitaria que puso a temblar a un régimen militar.

Aunque la dictadura de Pinochet tuvo muchos elementos en común con la venezolana de hoy  (miedo, injusticia,  represión,  engaño,  etc.) esta podía jactarse de un éxito económico real que en Venezuela estamos a años luz de lograr.  Pero el bienestar  de un país no se mide con cifras económicas.

Enfrentarse a una dictadura no es tarea fácil, engolosinados con el poder los dictadores requerirán a cualquier medio para no soltarlo. Por eso la lucha en la resistencia requiere de altas dosis de perseverancia, valentía y creatividad. No es solamente luchar contra un estado todo poderoso, es enfrentarse a enemigos  internos para poder lograr una perfecta unidad y estrategia común.

Dos años después de ser producida NO  le sigue hablando a la Venezuela de hoy: en política todo es impredecible  y  no hay nada escrito, del poder de las mayorías oprimidas, de que no existen las soluciones mágicas, que la salida pacífica es una alternativa factible y real, que el ventajismo se puede combatir, que un resultado electoral muy evidente no se puede ocultar   y muchas otras cosas más.


Todo lo mencionado es cierto siempre y cuando exista un factor  indispensable, complejo y aunque no imposible, difícil de lograr,  LA UNIDAD