En el cine no solo cuentan los diálogos, más que
contar una historia - para eso están los libros- el cine busca reproducir una
realidad. Cuando esa realidad logra hipnotizarnos es imposible que ciertas
imágenes y conversaciones no se queden grabadas en la memoria por mucho tiempo
sin que uno sea capaz de controlarlo.
La
película chilena NO de Pablo Larraín cuenta la manera como terminó la dictadura
de Augusto Pinochet a finales de los años
80. NO, mas allá de contar el final de una dictadura, reproduce los momentos de
una lucha que se creía perdida desde mucho antes de ser empezada. Basada en la historia contemporánea de Chile,
es la historia de una campaña publicitaria que puso a temblar a un régimen militar.
Aunque la dictadura de Pinochet tuvo muchos
elementos en común con la venezolana de hoy
(miedo, injusticia,
represión, engaño, etc.) esta podía jactarse de un éxito
económico real que en Venezuela estamos a años luz de lograr. Pero el bienestar de un país no se mide con cifras económicas.
Enfrentarse a una dictadura no es tarea fácil,
engolosinados con el poder los dictadores requerirán a cualquier medio para no
soltarlo. Por eso la lucha en la resistencia requiere de altas dosis de
perseverancia, valentía y creatividad. No es solamente luchar contra un estado
todo poderoso, es enfrentarse a enemigos internos para poder lograr una perfecta unidad
y estrategia común.
Dos años después de ser producida NO le sigue hablando a la Venezuela de hoy: en política
todo es impredecible y no hay nada escrito, del poder de las mayorías
oprimidas, de que no existen las soluciones mágicas, que la salida pacífica es
una alternativa factible y real, que el ventajismo se puede combatir, que un
resultado electoral muy evidente no se puede ocultar y
muchas otras cosas más.
Todo lo mencionado es cierto siempre y cuando
exista un factor indispensable, complejo
y aunque no imposible, difícil de lograr, LA UNIDAD
No hay comentarios:
Publicar un comentario