El odio es un síntoma del débil, de quien no puede soportar que otros lo hagan mejor que él. Ante un modelo que no funciona, fracasado una y mil veces como este, tener a un competidor que se destaque, o que lo haga medianamente bien, no hace más que alborotar las bajezas de los incapaces.
Ayer el presidente
maduro hablaba con rabia, con odio, seguro de sí mismo como si estuviese
explicando la ley de la gravedad. Ante la evidente ineficiencia de Mercal y Pdval,
hay que defenderse, hay convencer de que la guerra económica existe, hay que buscar algún culpable. No existe ni por más remota
que sea la posibilidad de hacerse más eficiente y menos corruptos, para
solucionar el problema habrá que aplicar la misma receta de siempre, forjar la
realidad.
Si de un lado
hay odio y resentimiento, del otro lado hay frustración. No solo por parte de
quienes trabajan en cadenas de supermercados y autoservicios, existe una enorme
frustración entre quienes trabajan todos los días de forma honesta sin engañar
a nadie. En estos momentos en que el gobierno se está jugando todo para
mantenerse en el poder, creer en Venezuela y demostrar algún tipo de eficiencia
y buenos resultados es un pecado mortal imperdonable.
Pero no hay que
bajar la cabeza de ninguna manera ni bajo ninguna circunstancia. Hay que
trabajar y esforzarse más y más todos los días para dejar en evidencia el
modelo destructor. Darles donde más les duele, evidenciando su incapacidad e
incompetencia.
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